domingo, 13 de marzo de 2011

El accidente nuclear de Japón

Lo que ha pasado y está pasando en Japón es grave, muy grave. Abogo por un cierre inmediato de todas las centrales nucleares del planeta. Algo de lo que iba a pasar ya lo predije en 2009 con mi libro Tribulaciones de un español en París:

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60. EL INFORME (I)


Las cosas ya iban mal cuando ocurrió lo del accidente nuclear en la frontera entre China y Mongolia. No iban mal. Iban muy mal. Por salvar la industria del automóvil (ya que a pesar de las ayudas gubernamentales, a pesar de los planes renoves que cada país promoviera, a pesar de las innovaciones tecnológicas, y a pesar de las bajadas de los precios de los últimos modelos fabricados, no lograba levantar cabeza desde el desplome de los bancos a finales de 2008), los diferentes promotores, inversores, industriales y aventureros de todo tipo se habían lanzado en una loca carrera por la puesta a punto del nuevo carburante que reemplazara al ya caduco petróleo, el cual amenazaba con agotarse más pronto que tarde. Y esta carrera por la obtención del combustible salvador, del carburante que iba a ser vendido por los siglos de los siglos, amén, sin tener que soportar la contrapartida de los gases nocivos para el medio ambiente, es decir, sin que los coches tuvieran que expulsar a la atmósfera el ―de repente― denostado CO2, trajo consigo una serie de transformaciones: se practicó al principio el cultivo con fines industriales (por aquello del famoso petróleo verde) en campos que antes habían servido para alimentar a las poblaciones y a las bestias con que se alimentaban estas poblaciones. Pero pronto se dio marcha atrás en esta alternativa, porque se vio que los perjuicios eran muy superiores a los beneficios. Se intentó luego crear una red de coches eléctricos, de manera que el conductor encontrara un lugar de recarga para su batería en numerosos puntos del mapa; pero esta urgencia por convertir la electricidad en el principal factor del desarrollo y mantenimiento de la industria del automóvil entró en dura competencia con otras necesidades no menos vitales para el hombre. En una palabra, el espectacular desarrollo de países tan densamente poblados como China o India supuso un notable incremento en el consumo de la electricidad. Y esta aceleración del consumo era difícilmente soportable por el planeta, cuyos recursos naturales no se iban a multiplicar de la noche a la mañana solo porque al ser humano le urgiera consumir más. A no ser que... Algunos gobiernos (entre ellos, el de Francia) encontró en esta coyuntura de penurias energéticas la ocasión de hacer su agosto, porque si conseguía exportar a estos países emergentes su tecnología nuclear, sus ingenieros y su precioso saber en materia de centrales, tal vez llegaría a recuperar el equilibrio monetario de las arcas del Estado, que amenazaba por aquel entonces con declararse en quiebra. Tan pronto surgió esta posibilidad, cuando ya los dirigentes y los industriales del sector energético estaban firmando contratos y acuerdos sobre la exportación de esta tecnología a China e India. El primero de estos países inició la construcción de varias centrales nucleares con el propósito de terminar cuanto antes tan magna tarea. Aconsejada por los técnicos e ingenieros franceses, China se creyó muy pronto capaz de levantar por sí sola la central que fuera la madre de las centrales, como ellos mismos la bautizaron, la más grande que jamás hubiera conocido el planeta Tierra. Pero de repente... en medio del fervor y del frenesí del popular país asiático, el cual comprobaba cómo sus planes de desarrollo salían a flote, sucedió la terrible tragedia: una de las centrales ―aún no había sido inaugurada― estalló, creando en una fracción de segundo una luz pavorosa que trajo consigo la muerte y la destrucción en el espacio de cincuenta kilómetros a la redonda.

3 comentarios:

  1. Excelente artículo, que nos pone frente a una situación muy grave ante la que se imponen decisiones inmediatas.

    Saludos

    Mark de Zabaleta

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  2. Es cierto, pero intentarán tapar el desaguisado. Aunque tengo entendido que el corazón de la central puede estallar de un momento a otro. La hora es grave. Algunos, quizá exagerando, decían que era necesario evacuar la población de Japón. ¡Y son más de cien millones! En Tokio ya son 35 millones.

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  3. A todo aquel que defiende la necesidad de la energía nuclear -y conozco a algunos- les propongo un sencillo ejercicio:

    1)Instalar en su PC el programa Google Earth.
    2)En el motor de búsqueda del programa escribir "Pripyat".
    3)Una vez localizado... aumentar tanto como se pueda el Zoom... y ¡voilá!... ahí tenemos una perfecta instantánea de cómo será el mundo dentro de 100 o 150 años.

    Lo de Japón ha sido, en fin, terrorífico.

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