jueves, 17 de noviembre de 2011

Clásico desclasificado


Indignado al ver el avanzado estado de desnutrición de su hermana Hansel empujó a la bruja y, tras asegurarse de que no podría huir, atizó el fuego. La niña lo contemplaba, inmovilizada por el miedo.
-No estarás pensando ... -balbuceó, su voz apagada por los gritos.
-¿A ella? No. Mira. -dijo él, señalando la pared.
El fuego había caldeado la cocina y un reguero de chocolate descendía pared abajo.
Gretel empezó a lamerlo y Hansel arrancó un enorme trozo de galleta de la ventana para hacerlo servir de cuchara.
El dulce sabor del chocolate inundó sus sentidos y nada más existió.

martes, 9 de agosto de 2011

Disparo a la memoria

(Foto cedida por Eduardo Fonseca)
Muchas gracias, Eduardo!!


De camino a un pequeño barranco, en el que se levantaba la casa en que me crié, hay una zona casi vertical junto a la carretera en la que medran estas flores. 
La casa ya no está.
Sin embargo; cuando visito a mis padres en su nueva casa y decido hacer el recorrido desde que bajo del tren hasta el sitio en que viven ahora caminando, paso por esa zona y sigue inalterable al paso del tiempo.
Solo muestra los cambios propios de los ciclos estacionales.
Cada vez que paso junto a esa masa verde de hojas salpicada de flores como las que muestra esta fotografía me pregunto si serán las mismas, renaciendo un año tras otro, que me veían pasar, cuatro veces por día, de camino al colegio. 
Era algo que tenía tan visto desde la infancia que ha sido una sorpresa hallar la foto que ilustra este texto. Ver la foto me ha hecho pensar en algo que estaba en mi memoria pero no en mi consciencia. Ese es el motivo de esta pequeña historia.

domingo, 7 de agosto de 2011

Pensando a oscuras

A veces me pregunto cómo debe verse el mundo desde la atalaya de tu mirada.
Seguramente los colores son más intensos y los reflejos más brillantes.
Tras pasar por el tamiz de tus ojos una sonrisa naranja, un perfume azulado y una flor de ternura siguen su camino.

viernes, 8 de julio de 2011

Carpetas




Llevo unos cuantos días y noches pensando a intervalos en las carpetas que solíamos llevar al Instituto.
En cómo nos delataban en cuanto a gustos y pertenencias a grupos.
En lo estúpido que nos parecería encontrar alguna enterrada en el olvido polvoriento de una caja de " No lo he tirado pero no sé que hay dentro".
Curiosamente, aparte de la mía; forrada de pegatinas y poemitas adolescentes, cortesía de dos miembros de una generación bastante anterior a la mía, solo recuerdo las de la heavy metal y la pija de la clase. Metal.lica, una; Snoopy y Mafalda, la otra.
A veces la vida parece un estúpido video-juego en el que vamos subiendo casi sin darnos cuenta. Pasando pantallas o dejando que pasen por encima nuestro. Y sin saber cuando acaba el juego. Así que más vale intentar disfrutarlo mientras tanto.

jueves, 9 de junio de 2011

Difuminado en el tiempo

En algún momento entre mi niñez y mi adolescencia disfruté del dibujo, la escritura y , sobretodo, la idea de dedicarme a estas cosas de manera seria.
No es que tuviera mucha imaginación dibujando pero para ser una criaja las copias de las fotografías que escogía no quedaban tan mal; teniendo en cuenta que eran hechas por alguien que no tenía ni idea.
Llegó un momento en que tuve una pequeña colección de láminas en mi haber. Y fueron unos de los pocos objetos que, paradójicamente, me acompañaron a través de los baches de ese tránsito hasta acabar rotos y relegados al olvido con la parte de mi pasado a la que estuvieron destinados a acompañarme.
El caso es que ahora, después de tantos años, desearía no haberlos borrado de mi vida de una forma tan cruel.
Los echo de menos.
Tanto o más que los sueños a los que representaban físicamente.
En comparación, aquellos sueños eran mucho más inocentes y fáciles de materializar que los que me asaltan ahora cuando bajo la guardia en un descuido.

domingo, 29 de mayo de 2011

Ironías de la vida

Resulta ser que el trabajo peor pagado de mi historia laboral fue el que más alegrías me dio.
Todo esto, claro, lo veo ahora, desde la perspectiva del paso del tiempo.
No estoy hablando de prestigio profesional, experiencia u otras zarandajas; me refiero a satisfacción personal. Al hecho de empezar la jornada laboral sabiendo que nadie te la va a amargar con una indirecta, un desplante,una mala cara o exigencias imposibles de cumplir.
Los que siguen conservando la alegría de acudir a trabajar de buen humor seguramente saben  a qué me refiero.

martes, 3 de mayo de 2011

El tiempo es precioso, pero la verdad es más preciosa que el tiempo.
DISRAELI, Benjamin



Qué pena que sea una pérdida de tiempo buscarla. Es un pez demasiado escurridizo del que parece que solo apresamos algunas escamas. Quizá por eso todos tenemos una parte de ella sin poseerla en su totalidad.


Manipulada al antojo de algunos para indisponer a todos contra todos.



jueves, 21 de abril de 2011

Dictadura del número

"Cualquier hombre que demuestre más juicio que sus prójimos constituye una mayoría de uno". Henry David Thoreau.



Cita de Thoreau al hilo de la horrible noticia que nos ha sacudido a los habitantes del otro lado del Telón de Acero. Ya no existe Hungría, sino Orbanistán. El premier húngaro Orban ha aprobado la nueva carta magna (¿?) húngara, donde:
a) se excluyen a las minorías religiosas (judíos, otomanos...)
b) se fija la cadena perpetua.
c) se somete toda resolución judicial al "buen juicio" del poder político que seguirá la primera premisa de la constitución ("Que Dios" el de 40 años con barba y tal, que está sobre una nube, o sea, el católico, "guíe al pueblo húngaro") para poder o no sancionar tal sentencia.
d) para que un partido pueda cambiar la carta magna necesitará 2 tercios de la cámara, o la mitad+1 jeffersoniana que, aunque chapucilla, más o menos es digerible.

Total, nos queda esa reflexión de Thoreau; el hombre contra el estado: el último refugio del hombre contemporáneo contra la impunidad de un estado.

lunes, 11 de abril de 2011

"...Primer deber del escéptico: mirarse al espejo y despreciarse a sí mismo..." E.M.C. "Pensamientos estrangulados".

Ayer

Ayer fue un día especial.
¿Por qué?
Pues porque , por fin, conseguí  realizar algo que deseaba hacer y tenía pendiente desde finales del 2007.
He conseguido sacarme esa espina y  me siento mucho más tranquila y algo más feliz.
No solo por haberlo hecho sino por el sitio en el que lo hice. Un lugar que piso cinco veces a la semana, exceptuando fiestas y vacaciones. Un lugar que escogí en su momento y que el tiempo ha demostrado que acerté en la elección. Ahora, cada vez que entre en ese lugar, tendré otro buen recuerdo.
Aunque el mejor de todos sea demasiado complicado como para poder compartirlo, o tal vez yo sea demasiado cobarde o egoísta como para poder o querer hacerlo.

jueves, 7 de abril de 2011

Remitente desconocido

Gracias por estar ahí.
Por enseñarme las cosas que estaba olvidando.
Por ser cómo sois.
Por dar lo que yo no sé dar.

lunes, 4 de abril de 2011

Más

Pensar dos veces ya es bastante.
CONFUCIO





Cuando te atreves a pensar una y otra vez afinas el pensamiento, y el sentimiento cobra luz y formas impensables.



viernes, 1 de abril de 2011

Minerales

Cuando era niña soñaba con las piedras preciosas que aparecían en los cuentos que leía.
Zafiros, esmeraldas, rubíes, topacios....
Muchos años después se decantó por las semi-preciosas, cuyo brillo era proporcional al esmero conque habían sido pulidas, mucho más agradables de acariciar que las primeras y menos deslumbrantes.
Hematites, jade, turquesa, cornalina...
Y está casi segura de que dentro de unos cuantos años más un simple canto rodado hallado junto a la orilla del mar será suficiente para ella.

domingo, 20 de marzo de 2011

En otros términos

En estos días en que Japón está en boca de todos debido a los sucesos, que sé que no tengo que explicar porque cualquiera lo sabe, y en contra de lo que sería lo normal conforme a mi caracter y a las circunstancias del país  del rising sun, me voy a dar permiso para pasar un poco por alto toda esa pena y el dolor que intentamos compartir con ellos. En vez de componer algo triste y acorde con lo que ha ocurrido, lo que podría ocurrir y lo que ocurrirá voy a recomendaros un libro.
Habéis adivinado, sí.
Es un autor japonés.
No me voy a extender en explicaciones de cómo es este hombre o del libro en sí, del que os diré el título un poco más adelante; ni se me da bien eso ni creo que lo prefiráis a descubrirlo por vosotros mismos.
Este japonés en cuestión es Kenzaburo Oé.
Y el libro se titula Un amor especial.
Hasta aquí las explicaciones.
Y si alguien lo ha leído ya o decide leerlo ahora, recordará o descubrirá por qué el pueblo japonés superará esto. No estoy hablando de la forma de ser de los japoneses; la esencia de lo que hablo es fácil de encontrar impregnada en cada palabra del libro; incluso en la textura del papel y en los dibujos que acompañan cada capítulo.  

martes, 15 de marzo de 2011

Aniversario.

_...se ha cumplido, hoy, veintitres de diciembre; varios museos internacionales, entre ellos el Louvre, el Prado y el MOMA, han acordado empezar a exponer hoy varias obras del artista, en reconocimiento póstumo a su trabajo; todas desconocidas hasta la fecha. Las obras estarán a disposición del público hasta el 30 de enero, en que serán retiradas para subasta privada....

Algo indefinido

De brillante sudor con la cara mojada, el estío desplaza el hastío invernal. Con el pecho inflamado en estrellas de fuego ruega que siga el juego de un verano fugaz. Pareciendo que llega, todo pasa y no queda, pereciendo sin tregua en las lenguas del mar; y en la muesca del tiempo deja oír su lamento todo un coro de caras que no pueden soñar. Pesa en vano la prisa de las presas del tiempo, pasa raudo el momento y oportuno es hablar, de las hebras de instantes recogidos a tientas en intentos que apenas detentaron verdad; imponente a poniente muere el rey de las mieses en un ciclo reptante de otro siglo sin más, y en estelas de plata sobre un mar escarlata se adormecen las horas en que el astro no está. Muere el día y no quiere de una herida que hiede el calor de la tarde a la sombra morar, y enamora los mares con caricias a pares la calina mezquina de un verano de azar. En espuma de azúcar y batir de zafiros hunde el sol su corona deslizando la sal. Y en espejo de plata con ribetes de arena deja el sol su cadena y se hunde al nadar.Ríen alto los niños, mientras corren al viento, empujando alegría en cometas de paz. En la tarde arabesca al amor de la siesta trenzan sueños de yesca sin poder despertar las doncellas y efebos entre quiero y no debo, entre dudo y no puedo de un pilar que caerá. Va girando la rueda por veredas de seda sin poder conceder de un atisbo verdad; que los rostros se angostan, agrietando verdades, deshaciendo paredes, destilando solaz. Entre briznas de menta, sangre verde y laureles, el anciano lamenta del verano el pasar; junto al río que acallan sayas rojas de bayas se refrescan las garzas la fatiga del mar, engarzando en sus alas perlas frías de agua, perturbando en murmullos de agua dulce el viajar. Otra noche vejada por estrellas rasgada llega al pueblo en silencio y refresca el soñar. El que duerme descansa si su sueño no danza sobre lanzas y espinos de un destino locuaz. Y otro día transcurre amarrado a las ubres de un destino lechoso que se oculta al llegar; desgarrando jirones de momentos felices el verano va huyendo por la puerta de atrás. Habla el viento en la huerta y responde una puerta, malcarada y esquiva con su brusco cerrar. Acodado en el cerro medio sol legañoso ilumina cerrojos a su antojo sin más.Unas nubes que rozan el pensar de un robledo se desgajan en penas de algodón sin hilar, y las aves atentas los recogen al vuelo planeando hacia el roble en que van a anidar El pinar reverdece, ocultando en agujas los avances del humo que se escurre hacia atrás. Pasa el tren de la vida, espumosa bebida que cual néctar sagrado se desea tragar. En el baile obligado de alegrías bordado, la tristeza en vainicas va poniendo el compás. En recuerdos fugaces la ilusión se rehace deshaciendo las hojas del sabor del error. Impoluto el olvido se permite el vacío de las cuencas sin vida del amor que pasó. Y la brisa refleja en su soplo dorado la corteza de barro que rodea el sentir. Corre el tiempo en la piel corrompiendo las mieles en deshielo de hieles de quien supo ser fiel. Un verano tras otro en un ciclo continuo sube el alma a las nubes sin poderlo evitar. Y mi intento de prosa presa siempre en la prisa de su poso que pesa y muy a su pesar, no se puede librar.         

Cuestión de caracter

-Siempre va con usted.
-Pues nadie la ve; ni siquiera yo. Nunca he sentido su presencia a mi alrededor.
-Eso es por su naturaleza.
-No entiendo.
-Verá, a la mayor parte del resto no le importa mostrar su desnudez públicamente, al margen de sus motivos, así que todos ellos le prestan su ropa. Y ella, que nunca ha tenido un traje propio, se viste con el atuendo del que encuentre más cerca.

domingo, 13 de marzo de 2011

El accidente nuclear de Japón

Lo que ha pasado y está pasando en Japón es grave, muy grave. Abogo por un cierre inmediato de todas las centrales nucleares del planeta. Algo de lo que iba a pasar ya lo predije en 2009 con mi libro Tribulaciones de un español en París:

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60. EL INFORME (I)


Las cosas ya iban mal cuando ocurrió lo del accidente nuclear en la frontera entre China y Mongolia. No iban mal. Iban muy mal. Por salvar la industria del automóvil (ya que a pesar de las ayudas gubernamentales, a pesar de los planes renoves que cada país promoviera, a pesar de las innovaciones tecnológicas, y a pesar de las bajadas de los precios de los últimos modelos fabricados, no lograba levantar cabeza desde el desplome de los bancos a finales de 2008), los diferentes promotores, inversores, industriales y aventureros de todo tipo se habían lanzado en una loca carrera por la puesta a punto del nuevo carburante que reemplazara al ya caduco petróleo, el cual amenazaba con agotarse más pronto que tarde. Y esta carrera por la obtención del combustible salvador, del carburante que iba a ser vendido por los siglos de los siglos, amén, sin tener que soportar la contrapartida de los gases nocivos para el medio ambiente, es decir, sin que los coches tuvieran que expulsar a la atmósfera el ―de repente― denostado CO2, trajo consigo una serie de transformaciones: se practicó al principio el cultivo con fines industriales (por aquello del famoso petróleo verde) en campos que antes habían servido para alimentar a las poblaciones y a las bestias con que se alimentaban estas poblaciones. Pero pronto se dio marcha atrás en esta alternativa, porque se vio que los perjuicios eran muy superiores a los beneficios. Se intentó luego crear una red de coches eléctricos, de manera que el conductor encontrara un lugar de recarga para su batería en numerosos puntos del mapa; pero esta urgencia por convertir la electricidad en el principal factor del desarrollo y mantenimiento de la industria del automóvil entró en dura competencia con otras necesidades no menos vitales para el hombre. En una palabra, el espectacular desarrollo de países tan densamente poblados como China o India supuso un notable incremento en el consumo de la electricidad. Y esta aceleración del consumo era difícilmente soportable por el planeta, cuyos recursos naturales no se iban a multiplicar de la noche a la mañana solo porque al ser humano le urgiera consumir más. A no ser que... Algunos gobiernos (entre ellos, el de Francia) encontró en esta coyuntura de penurias energéticas la ocasión de hacer su agosto, porque si conseguía exportar a estos países emergentes su tecnología nuclear, sus ingenieros y su precioso saber en materia de centrales, tal vez llegaría a recuperar el equilibrio monetario de las arcas del Estado, que amenazaba por aquel entonces con declararse en quiebra. Tan pronto surgió esta posibilidad, cuando ya los dirigentes y los industriales del sector energético estaban firmando contratos y acuerdos sobre la exportación de esta tecnología a China e India. El primero de estos países inició la construcción de varias centrales nucleares con el propósito de terminar cuanto antes tan magna tarea. Aconsejada por los técnicos e ingenieros franceses, China se creyó muy pronto capaz de levantar por sí sola la central que fuera la madre de las centrales, como ellos mismos la bautizaron, la más grande que jamás hubiera conocido el planeta Tierra. Pero de repente... en medio del fervor y del frenesí del popular país asiático, el cual comprobaba cómo sus planes de desarrollo salían a flote, sucedió la terrible tragedia: una de las centrales ―aún no había sido inaugurada― estalló, creando en una fracción de segundo una luz pavorosa que trajo consigo la muerte y la destrucción en el espacio de cincuenta kilómetros a la redonda.

jueves, 10 de marzo de 2011

Partidillo

Hoy he disfrutado de una mañana fantástica. He asistido a un partido de fútbol jugado por auténticos profesionales del fair play; y sin pagar un euro, porque, por supuesto, esas cosas que te alegran un instante o unas horas de forma genuina no tienen precio.
En la mitad de la mitad de un campo de fútbol convencional. Seis de esos locos bajitos; entre ellos una niña, un par de mocosos de cuatro, otro de unos cinco o seis y tres de unos once o doce, uno de los cuales aparentaba dieciséis por su constitución física.
No hay mucho más que contar. Pero la visión de ese partido hubiera sido un ejercicio interesante para un montón de gente con nombre.

lunes, 7 de marzo de 2011

Búscalo

Mientras el asfalto devora al sol
y la luna da la espalda
haciendo ejercicio
en tablas de cuatro
algunos fantasmas azulados
retuercen el silencio a gritos
traqueteando por el alquitrán derretido.
Buscando un punto,
la meta, el origen,
en un camino que humea,
estríado por los regueros de gasolina
desordenando el aire a su paso.
Siempre en marcha.

jueves, 3 de marzo de 2011

Dos micros

De un tiempo a esta parte se han puesto de moda los microrrelatos, minicuentos o maxifrases, como queráis llamarlos. Se trata de comprimir una historia en pocos renglones. Me he estrenado en este género con regular acierto. Ya me irán saliendo mejores (un poco de paciencia, por favor). Os dejo los dos primeros:


Un asesinato como otro cualquiera.
¿Quién quiere deshacerse de un cadáver? Yo no, desde luego. Para una vez que cometo un asesinato, van a privarme del resultado de mi obra. ¿Despojan al pintor de su cuadro cuando lo termina? ¿Impiden al poeta que lea su poema una vez le ha puesto punto y final?... ¡Y luego sostienen que hay justicia en el mundo! Cometo un crimen con todas las de la ley, con eso que denominan los abogados premeditación y alevosía, y cuando trato de meter el muerto en mi casa, vienen y me lo roban. ¡Perra vida! –y diciendo esto, el detenido dio la espalda a su carcelero.

La mirada.
Cuando miré, ella me sonreía. Había algo de noble en ese mirar y sonreír cándidos. En lo más alto el sol brillaba solitario. Arrinconaba las sombras de la explanada, donde apenas vi árboles, algún que otro matorral, una valla perdiéndose a lo lejos. Agobiado por las temperaturas, sequé mi frente con el pañuelo. Me giré acto seguido en redondo y descubrí que aún permanecía entre la hierba con la cabeza bien alta. Entonces la amé. Fue un amor tan intenso como efímero... Luego seguí mi camino por el sendero pedregoso. Adivinaba que a mis espaldas la vaca no cesaba de mirarme.

Subiendo el listón

A mediados de los 80 comencé a practicar una actividad que luego se convertiría en la base de mi experiencia laboral. Los fines de semana empecé a madrugar más de lo habitual para subir a la furgoneta e ir a montar una parada al mercadillo que tocase ese día. Los sábados Rubí y los domingos Canovelles. Pueblos ambos en los que había una zona de calles delimitada para uso de los mercaderes. Llegabas, aparcabas junto a tu sitio, descargabas un montón de cajas, hierros y un par de toldos (uno de tela para el sol; ese se ponía siempre, y otro de loneta de plástico azul por si acaso ese día le daba por llover). Una vez vacía la furgoneta tocaba montar la parada, colocar el toldo y unas anchas láminas de madera que servían de mostrador y expositor. Y a esperar a la gente. Tan sencillo como eso. Vendíamos artículos de señora en su mayoría y lo único que había que hacer era responder a las preguntas que se nos hicieran, buscar la talla, el modelo y el color deseado y vender. Nada que ver con la cantidad de exigencias que imperan hoy en día en el mundillo del comercio; que si gente proactiva, que si fidelización del cliente ( yo creo que si uno es sincero con el cliente éste se fideliza solito), que si promoción de productos a base de regalos o descuentos....
Creo que en esa época de mi vida laboral debe ser cuando más frío y calor he pasado pero por lo menos el trabajo era fácil y agradable de realizar.
Fue también la etapa en la que me aficioné al café.
Era el mejor momento de la mañana. Con la parada montada y el género puesto, hacíamos turnos para ir a tomar un buen café caliente al bar más cercano que estuviese abierto. Y sobretodo en los días de invierno, se agradecía un buen sorbo de café humeante que te matase el resto de sueño, provocado por esa diferencia de dos horas de adelanto respecto al horario habitual.
Desde luego me gustaba más estar ahí que en el colegio.
No había que llegar a una cifra. No había objetivo. Solo despachar, ser simpática y proporcionar la prenda adecuada a la persona de turno. El recuerdo que tengo de esas ventas es algo mucho más cordial, sincero y desinteresado que todas las ventas que he realizado después en otros sitios, bajo la autoridad de personas que me eran ajenas y que solo deseaban enchufar lo que fuese y meter una cifra en la caja registradora. 
Supongo que eso es lo que al final ha acabado por hacerme aborrecer un poco el comercio.
Cualquier as de los negocios sabe perfectamente que hay que crear una necesidad para mover un producto. ¿Por qué entonces hay menos preocupación por cubrir adecuadamente esa necesidad a la hora de cerrar una venta? 
Es algo que ocurre en muchos ámbitos.
Se pierde el verdadero objetivo entrando y saliendo por los laberintos de superar los ingresos del mes anterior y otros objetivos que, lejos de facilitar la actividad, la ralentizan y entorpecen. Es cierto que hay que cubrir gastos y muchos de estos dependen del número de ventas; pero todos estos años metida en este mundillo me han servido para comprobar que los que más éxito consiguen realmente escuchan  a la persona que tienen delante. No se plantean su trabajo como una venta, sino como un proceso de intercambio de información que servirá para que el cliente en potencia consiga encontrar aquello que busca o que necesita. Eso es lo que realmente fideliza a un cliente; sentir que atienden a sus necesidades o deseos, no que intentan convertirlo en la venta número x del mes corriente.

miércoles, 23 de febrero de 2011

La marca del tiempo

De los pocos sucesos de mi infancia, que permanecen en mi memoria con vista y olor definidos, los que ocupan unos de los primeros puestos son los paseos, en forma de caminatas, en los que mi padre me hacía cómplice de sus iniciativas comerciales, siendo yo una cría de once o doce años. Recuerdo que se inventaba toda clase de argumentos para conseguir que la gente con la que hablaba le proporcionase direcciones y le pusiese en contacto con las personas  con las que quería hablar. De esa forma se enteraba de dónde y a quién debía dirigirse para conseguir sus propósitos. Así fue como se enteró de la ubicación de unos viveros de pinos en una comarca del interior, de la localización exacta de los sitios donde podía conseguir ramas de eucaliptus, romero, muérdago y otros regalos de la naturaleza, para venderlos después, en fechas navideñas, en uno de los Mercats del Ram propios de la zona. No íbamos a un sitio cualquiera, me explicaba, el vivero en el cual compraría los pinos pertenecía a personas que se tomaban la molestia de arrancarlos con toda la cantidad de raíces de que eran capaz, para poder volverlos a plantar pasadas las fiestas. El sitio era tan grande que el silencio dotaba a cualquier sonido brusco (el portazo al salir de la furgoneta, el saludo para hacerse notar e incluso los ladridos de un perro de raza indefinida) de un eco que magnificaba la sensación de soledad y espacios abiertos del lugar. Habíamos ido con una furgoneta de segunda o tercera mano, cuyo antiguo propietario, carpintero, había instalado unos palés a modo de baca sobre el vehículo, de color azul eléctrico. El contraste entre el azul metalizado y la suavidad marronácea de la madera, domesticada por sierra y lija era, si más no, curioso. En cuanto el eco transportó el "Hola, buenos días" por las inmediaciones se puso en marcha una serie de actividad descoordinada; el perro que nos había recibido con tres ladridos rompió a ladrar de nuevo, una cara maltratada por el sol asomó por una puerta de la casa para volver a ocultarse, de las copas de los pinos que alcanzaba a ver a una cincuentena de metros salieron revoloteando una serie de aves de distinto tamaño para perderse en los árboles más lejanos a la procedencia del saludo, los arbustos temblaron, anunciando la huída oculta de conejos o ratones silvestres y cuando todo volvió a la quietud original salieron el hombre de la cara maltratada y dos jóvenes peones a despachar el pedido y a cargarlo en la vieja furgoneta. Hubo un intercambio de dinero en el que no me fijé, más interesada en explorar los alrededores que en observar la operación de carga y cobro. Aquel silencio; roto solamente por el sonido de las macetas de plástico y los pinos rozando la base del interior de la furgoneta, tenía un olor astringente y limpio, a pino, a madera quemada, a naturaleza ligeramente respetada. El camino serpenteante y de inclinación ascendente por el que habíamos llegado al vivero prometía una vista sensacional del cielo nocturno. Si resulta que el universo está en constante expansión, ¿qué tipo de cielo era el que veían los homínidos del Paleolítico, por ejemplo, cuando levantaban la cabeza? Si yo, que vivo en el siglo XXI, todavía sigo maravillada del aspecto de manta azul marina bordada generosamente de estrellas, mucho más grandes y brillantes que las que apenas nos permite ver la polución y la contaminación luminosas de la ciudad, ¿qué debía sentir ese homínido ante un cielo que yo imagino mucho más luminoso, y cuajado incluso con la presencia de algún planeta, más cercano y, por tanto, más fácil de contemplar a simple vista? No debía tener mucha inteligencia para saber que estaba viendo pero creo que debía sentirse sobrecogido ante la sencillez de la luz nocturna. ¿Cuántas cosas más va alejando la ley del tiempo con su estilo imperceptible, de nosotros?  

beruby.com - Empieza el día ganando

sábado, 19 de febrero de 2011

Las matrioskas


Las muñecas rusas nos ayudan a entender cómo funciona el mundo en que nos desenvolvemos. Al principio está la tierra sin fronteras, sin vallas ni puertas ni ventanas. Es el espacio libre de ladrillos: las líneas divisorias las marcan las orillas de los ríos; no hay nada más alto que una nube; y los sueños y el orbe son igual de grandes: infinitos. Esta sería la primera muñeca de nuestro sistema. Pues bien, los hombres nos hemos empeñado en reducir el espacio vital, en hacerlo cada vez más pequeño. Segunda muñeca: los continentes y dentro de ellos, los países. En la actualidad se cierran o se abren las fronteras en función de las riquezas del extranjero: los europeos intentan proteger su mundo de apariencias cortando el paso a los desposeídos. En tanto que turista que aterrizas para gastar, no hay fronteras que valgan; en tanto que refugiado político o económico, todo son trabas, impedimentos que atentan contra el derecho a la libre circulación de las personas. Tercera muñeca: las ciudades se han convertido en lugares de opresión, lugares donde la gente camina sobre la baldosa o sobre la moqueta de un despacho. Está comprobado que el noventa por ciento de las horas del día los ciudadanos permanecemos en espacios cerrados (casas, fábricas, colegios, zonas de diversión y gasto); no respiramos el aire libre sino durante el breve trayecto que nos conduce al coche o a la entrada de un edificio. Cuarta muñeca: en esos espacios cerrados hemos de permanecer horas enteras haciendo lo mismo en un mismo rincón de la nave u oficina: trabajar delante del ordenador; dar vueltas a la manivela; servir copas en los mostradores de los bares... Es como si nos hubiéramos transformado en autómatas que se mueven en el hueco de la cuarta muñeca de una serie de matrioskas. Y aún podemos reducir un poco más nuestro espacio: renunciamos al contacto con los demás, cada MP3 que nos aplicamos al oído actúa como una de esas muñecas que van reduciendo nuestro espacio vital y nos aísla. Vivimos oprimidos en nuestro yo, prisioneros o esclavos de los caprichos que otros han inventado por nosotros.

viernes, 18 de febrero de 2011

De preguntas y respuestas


La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma entorno al ser.
Platón.

Al hilo de la frase se me ocurren un montón de preguntas.
¿Religión es filosofía?
Tal vez sí, a la vista de actitudes, posicionamientos y contradicciones de muchos que conforman la primera. 
Da la sensación de que todo es pensar, reflexionar y exponer; sin llegar a una verdad o un conocimiento absolutos. Muchas opiniones respecto a temas sociales, ( siempre me he preguntado cuál es la base sobre la que se apoyan una serie de personas que, sin estar dentro del esquema social o familiar reales, intentan marcarnos con sus creencias sobre lo que es correcto y lo que no en torno a las relaciones interpersonales de una sociedad que ven desde fuera), parecen estar bastante alejadas de la realidad del siglo en que vivimos, gotean desde una nube particular a la que pocos tienen acceso realmente; tal vez esto sea la raíz del alejamiento gradual de la sociedad de una religión que ni siquiera es una; dividida desde hace excesivo tiempo en demasiadas. No se puede decir lo mismo de la ciencia; tal vez porque es más tangible su campo que el espiritual. En cuestiones científicas prácticamente se puede demostrar casi todo, no es necesario creer, no hay intermediarios que guíen al resto hacia un punto determinado; la información está ahí, se descubre, se expone, y, de la capacidad intelectual del receptor dependerá entenderla o no, pero no hay más. Tal vez la ciencia acabe mostrándonos a un Creador que la religión solo nos insinúa desde una posición cada vez más débil. Y tal vez no se parezca en nada al que nos dibujan desde las cúpulas de catedrales, mezquitas, sinagogas, templos, pagodas; de la misma forma en que no se parecen los representantes espirituales de dichas arquitecturas y culturas. Tendemos a antropomorfizar  en cualquier campo que nos es desconocido, nos falta imaginación para darle forma y color a algo que parece no tener necesidad o capacidad de cambio; pero si resulta ser que hemos sido creados a imagen y semejanza de una entidad primigenia no debe pasarnos por alto que tal vez esa entidad también está en evolución constante desde tiempos inmemoriales. Tiene que haber una explicación que haga encajar las piezas del rompecabezas del que forman parte las teorías científicas y nuestro afán de búsqueda de origen espiritual, una verdad única que reconcilie la posición conservadora de la religión con la de  una ciencia que lleva cambiando los esquemas conocidos desde tiempos anteriores a Galileo, que dirija todos los caminos, paralelos y transversales, por los que transitan los diferentes dogmas de fe de nuestra especie hacia un único sendero. Una sola respuesta capaz de explicar la misma pregunta que llevamos planteando de diferentes maneras a través del tiempo y desde colectivos distintos.       
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martes, 15 de febrero de 2011

San Valentín


Catorce de febrero. Hoy es el día en que alguien, con una visión comercial sobre el sentimentalismo mal entendido, decidió hacer negocio; con todos cuantos se presten a ello, claro, vendiéndonos el Día de los Enamorados.Tampoco tuvo una idea tan terrible, si tenemos en cuenta lo difícil que es amar, para la inmensa mayoría, a la persona o personas más cercanas, no hablemos ya de extender ese sentimiento al resto de seres vivientes cercanos, ya sean de nuestro género o no...y así hasta llegar a englobar nuestro amado planeta. En efecto, es mucho más práctico intentar condensar nuestro intento amoroso en veinticuatro horas; demorarlo más tiempo requiere un esfuerzo y dedicación tan constantes que pocos están en disposición de conseguirlo; es parecido al clima pacífico, positivo y alegre del veinticinco de diciembre, un clima al que pocos se sustraen, aunque sea por acompañar al resto de los mortales en esa falsa parada del tiempo y tregua en los conflictos. Podemos cambiar de fecha y seguiremos hablando de lo mismo, diecinueve de marzo, primer domingo de mayo, cualquier fecha aleatoria que la agenda nos obligue a recordar como un cumpleaños o aniversario...Y celebrando el amor en raciones intercaladas en el tiempo de veinticuatro horas la masa se redime de sus actos contra el amor mismo, cometidos en un pasado lejano, cercano o en su presente. Cuando alguien dijo "Amaos los unos a los otros...etc" una masa se apresuró a silenciar esa voz y su mensaje. Cuando alguien se atrevió a decir que el hombre no podía seguir poseyendo las vidas de otros hombres mataron su mensaje. Cuando alguien se atrevió a luchar contra la violencia y la injusticia con el arma poderosa de su pacifismo otra masa encarceló su mensaje. Al que gritó que tenía un sueño lo despertaron con una bala, así como a aquel que intentó invitarnos a imaginar un mundo diferente. Y entonces,cuando ya se supone que no representan ningún peligro para los alérgicos al amor, se nos permite recordarlos, llorarlos y comulgar con sus ideas, enterradas en un cementerio de indiferencia encorsetada en conformismo. Sellamos nuestro amor mediante contratos, en un patético intento de alargar su duración. Y cuando no hay persona alguna a quien queramos obsequiar con nuestro afecto lo depositamos en un hobby, una causa, no importa en qué. Se trata de sentir amor por algo. Y mientras el viento se lleva nuestra voz en una dirección, nosotros seguimos caminando en dirección contraria. Porque, si bien es cierto que hay y han habido en el mundo personas con una enorme capacidad de sentir y dar amor, no es menos cierto que han sido una minoría, incomprendida además por sus contemporáneos, mayoría sin tanta perspectiva sobre el sentimiento protagonista del día de hoy, pero mayoría al fin y al cabo. La única diferencia al respecto llegará el día que decidamos amar o intentarlo al menos, todos los días. Aunque el talante social general apunta a creer que acabaremos dejando de celebrar el día de hoy mucho antes de aprender la lección.

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viernes, 11 de febrero de 2011

Los precios


La publicidad en la tele yo no la veo nunca. Pero muchas veces oigo en la radio anuncios o meten bajo la puerta de mi casa panfletos publicitarios. Todos hablan de lo mismo: «¡Oferta! ¡Menos caro! ¡Gana tanto si compras esto o lo otro!»
Yo me pregunto: «¿Cómo voy a ganar si siempre me toca pagar?...»
Según parece, estas empresas del marketing utilizan los precios como anzuelo para captar a los clientes. Dentro de los grandes almacenes ocurre lo mismo: productos en promoción se colocan formando pirámides en lugares estratégicos para que salten a la vista y destaquen más.
Oír un mensaje publicitario al día no tiene importancia, es un mensaje más. El problema viene cuando oímos ese mismo mensaje y otros muchos por el estilo no una sino infinitas veces al día. Entonces ya no podemos hablar sino de acoso, el acoso que la publicidad ejerce impunemente sobre la población.
Los empresarios nos tratan como ganado, nos consideran ganado solo apto para consumir lo que ellos quieran.
Tanto bombardeo de anuncios es ilegal (pues incurre en el delito de acoso, que está tipificado por la Ley).
Tanto pregonar la baratura de los precios tiene gato encerrado.
Con este asunto ocurre lo siguiente: cuanto más barato es un producto más perjudica al ecosistema, más contribuye a la destrucción del medio ambiente. Es una regla de tres que no falla nunca: cuanto menos vale algo más incurre en la ilegalidad. Ejemplos, a montones:
Los huevos se venden de acuerdo con un código que va del 0 al 3. Los que están marcados con el O proceden de gallinas sanas: se han criado al aire libre y sin medicinas. Por el contrario, los que están tachados con el número 3 proceden de gallinas encerradas en cajas donde no pueden ni moverse ni extender las alas. Sujetas al estrés y a la enfermedad, las atiborran de medicamentos para que resistan un poco más antes de llevarlas al matadero.
Imagino que ya lo habéis adivinado: los huevos de categoría 3 son los más baratos en el mercado, pero también los que más daño están causando a la Tierra.
Con la leche sucede algo parecido: si procede de granjas-fábricas donde las vacas apenas pueden moverse y son alimentadas con cuenta gotas (un ordenador fija la cantidad diaria de cereales que ingieren), aparte de recibir una dosis importante de antibióticos porque caen enfermas al estar hacinadas, entonces esa leche nos la venden a unos precios de risa.
¡Y la gente va y la compra y contribuye así a destruir la dignidad de la vida de todos los seres que habitan el planeta!
Con la ropa es un poco la misma historia: un tejano que no vale gran cosa procede, qué duda cabe, de fábricas del tercer mundo donde esclavizan poco más o menos a los trabajadores, aparte de contaminar el entorno porque los tintes que se emplean para fabricar esos tejidos los tiran directamente a los ríos, sin que hayan pasado por una depuradora.
Si compras papel a granel, de ese que vale 5 céntimos el kilo, ya sabes de dónde procede: allí donde antes había un bosque milenario de robles y otros árboles maravillosos han puesto en su lugar un cortijo de eucaliptos, árbol que crece muy rápido y proporciona abundante madera de escasa calidad.
¡Se están cargando los ecosistemas del mundo para que nos metan debajo de la puerta sus panfletos de publicidad mentirosa!
Y todo este abuso y atropello es legal, las autoridades no hacen absolutamente nada para protegernos de los empresarios depredadores, que están acabando con todo a su paso.
La solución es para mí obvia: el consumidor debe pagar lo que vale cada producto; comprar menos, pero buscar la calidad de lo que compra para que dure más. Las gangas y ofertas disimulan demasiado a menudo una destrucción masiva del medio ambiente.

martes, 8 de febrero de 2011

El pañuelo



Jaime Ribeira era un hombre peculiar. Un buen día decidió que su patria sería un pañuelo, el pañuelo blanco de algodón que guardaba en el bolsillo de su chaqueta de pana con coderas, color trigo. Este hecho no es tan raro si consideramos que Jaime Ribeira, habiéndose quedado huérfano de padre y madre a edad temprana, se había criado en un orfelinato; ignoraba qué era aquello de sentir apego por el terruño, el palmo de tierra que nos ha visto crecer. Los educadores que se habían hecho cargo de su crianza advirtieron muy pronto que este niño no era como el resto de la chiquillería, su espíritu sensible le había dotado de unas facultades imaginativas fuera de lo común. Lo enviaron al extranjero, a una escuela de jesuitas, donde aprendió bastante bien la geografía, la geometría, el cálculo y la aritmética, el latín, la gramática y la historia universal. Esta amplitud de miras le permitió descartar un sinfín de banalidades por las que otros se dejan la piel y hasta la vida en ese afán de acumulación de riquezas. Jaime Ribeira no cayó en la trampa; antes bien, puestos a renunciar, renegó de su pasado con los jesuitas, olvidó que tal día había nacido en alguna parte, hizo del suelo que pisaba su casa, la cual no disponía ni de techo ni de paredes, y desconocía lo que era abrir y cerrar una puerta.
Fue así como abrazó la bandera de la libertad. Fue entonces cuando hizo de un trozo de tela su patria. Fue por eso por lo que siempre consideraba que nunca había salido de su país.
Su patria era el pañuelo que había metido en el bolsillo.
Cuando entraba en una cafetería se jactaba de ser el único:
Soy el único habitante de mi patria – explicaba a los parroquianos–. También se da la circunstancia de que el único habitante de ese lugar es más grande que el propio suelo que pisa. Y no, no sucede lo que os estáis figurando, no oculto mi patria en mi corazón como si fuera la caja fuerte donde introduzco mis anhelos y pasiones. ¡Mi patria existe, es algo bien tangible! ¡Se la puede incluso sentir cándida, calurosa, ardiente y sofocante como cualquier madreselva encontrada en el bosque! Yo os aseguro que mi patria es única: cabe en mi bolsillo.
Este discurso, como es natural, escamaba a la mayoría. En otra época tal vez Jaime Ribeira no lo contara, pues los hombres de antaño soportaban mal las bromas y por menos que nada permitían que los puños se explicaran entre ellos. Pero los tiempos han cambiado, la civilización y con ella el progreso consiguen arrinconar poco a poco los malos modos del hombre primitivo, casi salvaje. Esto explica por qué muchos de sus oyentes, amoscados, se levantaban de las sillas y lo dejaban con la palabra en la boca, dispuestos a no dirigir a ese parlanchín otro lacónico «buenos días».
Pero había quien, picado por la curiosidad, aguardaba hasta el último minuto para conocer en qué paraba tan estrafalario discurso. Y, con voz socarrona, preguntaba a don Jaime:
¿Cómo se llama tu patria, si puede saberse?
Mi patria se llama... Pañuelo –contestaba con sonrisa bonachona, al tiempo que lo sacaba del bolsillo de su chaqueta de pana color trigo–. Siempre la llevo conmigo: mi patria es mi pañuelo.
Era un tejido blanco de algodón, doblado dos veces; parecía extraído de una sábana cortada a cuadritos. El único habitante de ese país lo desdobló, lo extendió, lo contempló admirado por la dulzura y delicadeza con que estaba confeccionada la trama. ¿Cómo dar a entender que en semejante trozo de tela se concentraba todo el amor que podía sentir por la tierra de sus paisanos, el hogar de sus vecinos y la emoción ante las hazañas de los héroes nacionales?
Aquel pañuelo limpio era su verdadera patria, y Jaime Ribeira el único habitante. ¡Por él experimentaba un cariño y apego inconmensurables!
Autor: Lorenzo Garrido

lunes, 7 de febrero de 2011

AÑO CERO

Bienvenidos a tod@s.


Hoy queda formalmente inaugurado este café-librería virtual.


Pasad y degustad nuestros cafés.