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domingo, 20 de marzo de 2011
En otros términos
Habéis adivinado, sí.
Es un autor japonés.
No me voy a extender en explicaciones de cómo es este hombre o del libro en sí, del que os diré el título un poco más adelante; ni se me da bien eso ni creo que lo prefiráis a descubrirlo por vosotros mismos.
Este japonés en cuestión es Kenzaburo Oé.
Y el libro se titula Un amor especial.
Hasta aquí las explicaciones.
Y si alguien lo ha leído ya o decide leerlo ahora, recordará o descubrirá por qué el pueblo japonés superará esto. No estoy hablando de la forma de ser de los japoneses; la esencia de lo que hablo es fácil de encontrar impregnada en cada palabra del libro; incluso en la textura del papel y en los dibujos que acompañan cada capítulo.
martes, 15 de marzo de 2011
Aniversario.
Algo indefinido
Cuestión de caracter
-Pues nadie la ve; ni siquiera yo. Nunca he sentido su presencia a mi alrededor.
-Eso es por su naturaleza.
-No entiendo.
-Verá, a la mayor parte del resto no le importa mostrar su desnudez públicamente, al margen de sus motivos, así que todos ellos le prestan su ropa. Y ella, que nunca ha tenido un traje propio, se viste con el atuendo del que encuentre más cerca.
domingo, 13 de marzo de 2011
El accidente nuclear de Japón
Lo que ha pasado y está pasando en Japón es grave, muy grave. Abogo por un cierre inmediato de todas las centrales nucleares del planeta. Algo de lo que iba a pasar ya lo predije en 2009 con mi libro Tribulaciones de un español en París:
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60. EL INFORME (I)
Las cosas ya iban mal cuando ocurrió lo del accidente nuclear en la frontera entre China y Mongolia. No iban mal. Iban muy mal. Por salvar la industria del automóvil (ya que a pesar de las ayudas gubernamentales, a pesar de los planes renoves que cada país promoviera, a pesar de las innovaciones tecnológicas, y a pesar de las bajadas de los precios de los últimos modelos fabricados, no lograba levantar cabeza desde el desplome de los bancos a finales de 2008), los diferentes promotores, inversores, industriales y aventureros de todo tipo se habían lanzado en una loca carrera por la puesta a punto del nuevo carburante que reemplazara al ya caduco petróleo, el cual amenazaba con agotarse más pronto que tarde. Y esta carrera por la obtención del combustible salvador, del carburante que iba a ser vendido por los siglos de los siglos, amén, sin tener que soportar la contrapartida de los gases nocivos para el medio ambiente, es decir, sin que los coches tuvieran que expulsar a la atmósfera el ―de repente― denostado CO2, trajo consigo una serie de transformaciones: se practicó al principio el cultivo con fines industriales (por aquello del famoso petróleo verde) en campos que antes habían servido para alimentar a las poblaciones y a las bestias con que se alimentaban estas poblaciones. Pero pronto se dio marcha atrás en esta alternativa, porque se vio que los perjuicios eran muy superiores a los beneficios. Se intentó luego crear una red de coches eléctricos, de manera que el conductor encontrara un lugar de recarga para su batería en numerosos puntos del mapa; pero esta urgencia por convertir la electricidad en el principal factor del desarrollo y mantenimiento de la industria del automóvil entró en dura competencia con otras necesidades no menos vitales para el hombre. En una palabra, el espectacular desarrollo de países tan densamente poblados como China o India supuso un notable incremento en el consumo de la electricidad. Y esta aceleración del consumo era difícilmente soportable por el planeta, cuyos recursos naturales no se iban a multiplicar de la noche a la mañana solo porque al ser humano le urgiera consumir más. A no ser que... Algunos gobiernos (entre ellos, el de Francia) encontró en esta coyuntura de penurias energéticas la ocasión de hacer su agosto, porque si conseguía exportar a estos países emergentes su tecnología nuclear, sus ingenieros y su precioso saber en materia de centrales, tal vez llegaría a recuperar el equilibrio monetario de las arcas del Estado, que amenazaba por aquel entonces con declararse en quiebra. Tan pronto surgió esta posibilidad, cuando ya los dirigentes y los industriales del sector energético estaban firmando contratos y acuerdos sobre la exportación de esta tecnología a China e India. El primero de estos países inició la construcción de varias centrales nucleares con el propósito de terminar cuanto antes tan magna tarea. Aconsejada por los técnicos e ingenieros franceses, China se creyó muy pronto capaz de levantar por sí sola la central que fuera la madre de las centrales, como ellos mismos la bautizaron, la más grande que jamás hubiera conocido el planeta Tierra. Pero de repente... en medio del fervor y del frenesí del popular país asiático, el cual comprobaba cómo sus planes de desarrollo salían a flote, sucedió la terrible tragedia: una de las centrales ―aún no había sido inaugurada― estalló, creando en una fracción de segundo una luz pavorosa que trajo consigo la muerte y la destrucción en el espacio de cincuenta kilómetros a la redonda.
jueves, 10 de marzo de 2011
Partidillo
En la mitad de la mitad de un campo de fútbol convencional. Seis de esos locos bajitos; entre ellos una niña, un par de mocosos de cuatro, otro de unos cinco o seis y tres de unos once o doce, uno de los cuales aparentaba dieciséis por su constitución física.
No hay mucho más que contar. Pero la visión de ese partido hubiera sido un ejercicio interesante para un montón de gente con nombre.
lunes, 7 de marzo de 2011
Búscalo
y la luna da la espalda
haciendo ejercicio
en tablas de cuatro
algunos fantasmas azulados
retuercen el silencio a gritos
traqueteando por el alquitrán derretido.
Buscando un punto,
la meta, el origen,
en un camino que humea,
estríado por los regueros de gasolina
desordenando el aire a su paso.
Siempre en marcha.