martes, 8 de febrero de 2011

El pañuelo



Jaime Ribeira era un hombre peculiar. Un buen día decidió que su patria sería un pañuelo, el pañuelo blanco de algodón que guardaba en el bolsillo de su chaqueta de pana con coderas, color trigo. Este hecho no es tan raro si consideramos que Jaime Ribeira, habiéndose quedado huérfano de padre y madre a edad temprana, se había criado en un orfelinato; ignoraba qué era aquello de sentir apego por el terruño, el palmo de tierra que nos ha visto crecer. Los educadores que se habían hecho cargo de su crianza advirtieron muy pronto que este niño no era como el resto de la chiquillería, su espíritu sensible le había dotado de unas facultades imaginativas fuera de lo común. Lo enviaron al extranjero, a una escuela de jesuitas, donde aprendió bastante bien la geografía, la geometría, el cálculo y la aritmética, el latín, la gramática y la historia universal. Esta amplitud de miras le permitió descartar un sinfín de banalidades por las que otros se dejan la piel y hasta la vida en ese afán de acumulación de riquezas. Jaime Ribeira no cayó en la trampa; antes bien, puestos a renunciar, renegó de su pasado con los jesuitas, olvidó que tal día había nacido en alguna parte, hizo del suelo que pisaba su casa, la cual no disponía ni de techo ni de paredes, y desconocía lo que era abrir y cerrar una puerta.
Fue así como abrazó la bandera de la libertad. Fue entonces cuando hizo de un trozo de tela su patria. Fue por eso por lo que siempre consideraba que nunca había salido de su país.
Su patria era el pañuelo que había metido en el bolsillo.
Cuando entraba en una cafetería se jactaba de ser el único:
Soy el único habitante de mi patria – explicaba a los parroquianos–. También se da la circunstancia de que el único habitante de ese lugar es más grande que el propio suelo que pisa. Y no, no sucede lo que os estáis figurando, no oculto mi patria en mi corazón como si fuera la caja fuerte donde introduzco mis anhelos y pasiones. ¡Mi patria existe, es algo bien tangible! ¡Se la puede incluso sentir cándida, calurosa, ardiente y sofocante como cualquier madreselva encontrada en el bosque! Yo os aseguro que mi patria es única: cabe en mi bolsillo.
Este discurso, como es natural, escamaba a la mayoría. En otra época tal vez Jaime Ribeira no lo contara, pues los hombres de antaño soportaban mal las bromas y por menos que nada permitían que los puños se explicaran entre ellos. Pero los tiempos han cambiado, la civilización y con ella el progreso consiguen arrinconar poco a poco los malos modos del hombre primitivo, casi salvaje. Esto explica por qué muchos de sus oyentes, amoscados, se levantaban de las sillas y lo dejaban con la palabra en la boca, dispuestos a no dirigir a ese parlanchín otro lacónico «buenos días».
Pero había quien, picado por la curiosidad, aguardaba hasta el último minuto para conocer en qué paraba tan estrafalario discurso. Y, con voz socarrona, preguntaba a don Jaime:
¿Cómo se llama tu patria, si puede saberse?
Mi patria se llama... Pañuelo –contestaba con sonrisa bonachona, al tiempo que lo sacaba del bolsillo de su chaqueta de pana color trigo–. Siempre la llevo conmigo: mi patria es mi pañuelo.
Era un tejido blanco de algodón, doblado dos veces; parecía extraído de una sábana cortada a cuadritos. El único habitante de ese país lo desdobló, lo extendió, lo contempló admirado por la dulzura y delicadeza con que estaba confeccionada la trama. ¿Cómo dar a entender que en semejante trozo de tela se concentraba todo el amor que podía sentir por la tierra de sus paisanos, el hogar de sus vecinos y la emoción ante las hazañas de los héroes nacionales?
Aquel pañuelo limpio era su verdadera patria, y Jaime Ribeira el único habitante. ¡Por él experimentaba un cariño y apego inconmensurables!
Autor: Lorenzo Garrido

1 comentario:

  1. Nota aclaratoria: Lorenzo Garrido es el seudónimo de Joaquín Martínez Mamerí. Lorenzo Garrido se está especializando en la composición de cuentos, mientras que su homónimo Mamerí prefiere trabajar más bien la novela y el artículo de opinión.

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