sábado, 19 de febrero de 2011

Las matrioskas


Las muñecas rusas nos ayudan a entender cómo funciona el mundo en que nos desenvolvemos. Al principio está la tierra sin fronteras, sin vallas ni puertas ni ventanas. Es el espacio libre de ladrillos: las líneas divisorias las marcan las orillas de los ríos; no hay nada más alto que una nube; y los sueños y el orbe son igual de grandes: infinitos. Esta sería la primera muñeca de nuestro sistema. Pues bien, los hombres nos hemos empeñado en reducir el espacio vital, en hacerlo cada vez más pequeño. Segunda muñeca: los continentes y dentro de ellos, los países. En la actualidad se cierran o se abren las fronteras en función de las riquezas del extranjero: los europeos intentan proteger su mundo de apariencias cortando el paso a los desposeídos. En tanto que turista que aterrizas para gastar, no hay fronteras que valgan; en tanto que refugiado político o económico, todo son trabas, impedimentos que atentan contra el derecho a la libre circulación de las personas. Tercera muñeca: las ciudades se han convertido en lugares de opresión, lugares donde la gente camina sobre la baldosa o sobre la moqueta de un despacho. Está comprobado que el noventa por ciento de las horas del día los ciudadanos permanecemos en espacios cerrados (casas, fábricas, colegios, zonas de diversión y gasto); no respiramos el aire libre sino durante el breve trayecto que nos conduce al coche o a la entrada de un edificio. Cuarta muñeca: en esos espacios cerrados hemos de permanecer horas enteras haciendo lo mismo en un mismo rincón de la nave u oficina: trabajar delante del ordenador; dar vueltas a la manivela; servir copas en los mostradores de los bares... Es como si nos hubiéramos transformado en autómatas que se mueven en el hueco de la cuarta muñeca de una serie de matrioskas. Y aún podemos reducir un poco más nuestro espacio: renunciamos al contacto con los demás, cada MP3 que nos aplicamos al oído actúa como una de esas muñecas que van reduciendo nuestro espacio vital y nos aísla. Vivimos oprimidos en nuestro yo, prisioneros o esclavos de los caprichos que otros han inventado por nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario