martes, 15 de febrero de 2011

San Valentín


Catorce de febrero. Hoy es el día en que alguien, con una visión comercial sobre el sentimentalismo mal entendido, decidió hacer negocio; con todos cuantos se presten a ello, claro, vendiéndonos el Día de los Enamorados.Tampoco tuvo una idea tan terrible, si tenemos en cuenta lo difícil que es amar, para la inmensa mayoría, a la persona o personas más cercanas, no hablemos ya de extender ese sentimiento al resto de seres vivientes cercanos, ya sean de nuestro género o no...y así hasta llegar a englobar nuestro amado planeta. En efecto, es mucho más práctico intentar condensar nuestro intento amoroso en veinticuatro horas; demorarlo más tiempo requiere un esfuerzo y dedicación tan constantes que pocos están en disposición de conseguirlo; es parecido al clima pacífico, positivo y alegre del veinticinco de diciembre, un clima al que pocos se sustraen, aunque sea por acompañar al resto de los mortales en esa falsa parada del tiempo y tregua en los conflictos. Podemos cambiar de fecha y seguiremos hablando de lo mismo, diecinueve de marzo, primer domingo de mayo, cualquier fecha aleatoria que la agenda nos obligue a recordar como un cumpleaños o aniversario...Y celebrando el amor en raciones intercaladas en el tiempo de veinticuatro horas la masa se redime de sus actos contra el amor mismo, cometidos en un pasado lejano, cercano o en su presente. Cuando alguien dijo "Amaos los unos a los otros...etc" una masa se apresuró a silenciar esa voz y su mensaje. Cuando alguien se atrevió a decir que el hombre no podía seguir poseyendo las vidas de otros hombres mataron su mensaje. Cuando alguien se atrevió a luchar contra la violencia y la injusticia con el arma poderosa de su pacifismo otra masa encarceló su mensaje. Al que gritó que tenía un sueño lo despertaron con una bala, así como a aquel que intentó invitarnos a imaginar un mundo diferente. Y entonces,cuando ya se supone que no representan ningún peligro para los alérgicos al amor, se nos permite recordarlos, llorarlos y comulgar con sus ideas, enterradas en un cementerio de indiferencia encorsetada en conformismo. Sellamos nuestro amor mediante contratos, en un patético intento de alargar su duración. Y cuando no hay persona alguna a quien queramos obsequiar con nuestro afecto lo depositamos en un hobby, una causa, no importa en qué. Se trata de sentir amor por algo. Y mientras el viento se lleva nuestra voz en una dirección, nosotros seguimos caminando en dirección contraria. Porque, si bien es cierto que hay y han habido en el mundo personas con una enorme capacidad de sentir y dar amor, no es menos cierto que han sido una minoría, incomprendida además por sus contemporáneos, mayoría sin tanta perspectiva sobre el sentimiento protagonista del día de hoy, pero mayoría al fin y al cabo. La única diferencia al respecto llegará el día que decidamos amar o intentarlo al menos, todos los días. Aunque el talante social general apunta a creer que acabaremos dejando de celebrar el día de hoy mucho antes de aprender la lección.

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